ARTÍCULO

Cuando la ciencia es peligrosa

¿El vapeo realmente daña el ADN y aumenta el riesgo de cáncer? Un nuevo estudio da algunas pistas y nos habla de la importancia de la información científica de calidad.

La difusión de la información científica y de los estudios sobre consumo de cigarrillos electrónicos es una gran aliada en el momento de demostrar su seguridad. Sin embargo, si se da fuerza a la propagación de la desinformación, también puede jugar en contra y crear confusión en los consumidores y fumadores, distanciando a la sociedad del vapeo.

La pregunta con la que inicia este artículo es la que hacen Caitlin Notley, profesora titular de salud mental de la Universidad de East Anglia, y el Dr. Konstantinos Farsalinos, investigador asociado de la Universidad de West Attica, Grecia, acerca de la irresponsabilidad en la difusión de la información científica del vapeo y la incidencia que tiene cuando se manipula o se descontextualiza.

El estudio

El daño a la estructura del ADN es una de las áreas que se estudia en relación con las afectaciones que causa el consumo de cigarrillo y de vaporizador. Las diferencias entre ambos productos son abismales: existe una toxicidad muy baja en el vapeo, y esto se malinterpreta bastante y con mucha frecuencia.

Esencialmente, la evidencia se basa en algunos grupos o científicos que examinan los cambios que sufre el ADN con el uso de cigarrillo o vapeo. De este ejercicio se obtienen datos, pero no provee evidencia del “mundo real” sobre enfermedades asociadas al vapeo, como suele verse con los fumadores. De acuerdo con un estudio publicado en Nature, tanto fumadores como vapeadores sufren cambios y alteraciones en el ADN y la secuenciación del ARN, sin embargo, en el vapeo son drásticamente menos pronunciados.

El estudio de Notley y Farsalinos está centrado en el análisis transcriptómico (que estudia la suma de todos los transcriptores de ARN y el contenido de información de un organismo registrado en el ADN) de leucocitos en búsqueda de anormalidades a nivel molecular que permitan explorar la posibilidad de desarrollar cáncer. Sin embargo, aún no es lo suficientemente exacto para predecir un riesgo carcinogénico futuro.

Los hallazgos dicen que el daño percibido es hasta 7,4 veces mayor en los fumadores que en los vapeadores, lo que sugiere que la opción electrónica no es completamente libre de riesgo, pero sí es muchísimo menos peligrosa que la combustión del tabaco. Además, el estudio hace una lectura más positiva del vapeo, separando y aclarando las diferencias con el cigarrillo, invitando a que el cigarrillo electrónico se considere como terapia de riesgo reducido para la cesación del consumo de tabaco.

Algunas conclusiones

“Dado que el humo de los cigarrillos contiene varios miles de sustancias químicas, muchas más que las presentes en el vapor de los e-cig (y en su mayoría en niveles sustancialmente más altos), establecer una relación dosis-respuesta para los fumadores puede resultar más complicado que para los vapeadores. Estas situaciones deberían investigarse en futuros estudios con un tamaño de muestra mayor, en los que se analizarán especímenes de vapeadores y fumadores bien caracterizados, con distintos patrones y frecuencia de uso de productos del tabaco”, explica el estudio, que no contó con un muestreo sustancial para la densidad poblacional del sector metropolitano de Los Ángeles, California.

Por otro lado, estudios recientes han demostrado que caminar por una acera de una calle concurrida de cualquier ciudad es más tóxico y peligroso que compartir un local pequeño lleno de vapor de segunda mano. Incluso, se ha llegado a comprobar que el vapeo tiene una baja toxicidad, con hasta 95% menos compuestos carcinogénicos que un cigarrillo.

La respuesta a la pregunta de si el vapeo afecta el ADN es, entonces, sí. Pero no es un sí rotundo y determinante, puesto que estos estudios sirven para comparar y entender el entorno, la vida real, las incidencias de este en las conductas del diario vivir, lo que sugiere ampliamente que el vapeo es una herramienta segura y efectiva que debe considerarse para dejar de fumar, y que la desinformación se concentra en “aspectos negativos” mal contextualizados que persuaden a los fumadores y les niegan el acceso a productos más seguros.


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